Detrás de Vivian Maier (1926-2009) hay mucho talento, una excelente historia y muchas partes del puzzle que continúan sin encajar. Maier fue una niñera que vivió en Chicago y Nueva York. Siempre llevaba una cámara colgada, pero nadie tenía ni la más remota idea de que su obra fotográfica fuera de una calidad impecable. Nadie sabía nada de su vida, nadie vio sus fotos mientras vivía, nadie nunca preguntó. Y ella era tan reservada y celosa de su privacidad -casi nunca desvelaba su nombre real y utilizó decenas de variaciones del mismo- que mantuvo sus miles y miles de carretes guardados, aparentemente sin la intención de hacerlos públicos. Ahora que la mayoría de las fotos que se producen son exclusivamente pensadas para compartirse y que las personas sucumben a la sobreexposición de sus vidas, la historia de Vivian Maier resulta todavía más sorprendente.
El azar hizo que John Maloof adquiriera en una subasta una caja llena de negativos por 400 dólares. Maloof buscaba fotografías de los sesenta en Chicago para documentar un libro sobre un barrio de la ciudad. En esa caja no encontró nada que sirviera para su libro, sin embargo encontró un tesoro que cambió su vida. Hace unas semanas se estrenaba en el International Film Center de Nueva York «Finding Vivian Maier», un documental en el que Maloof narra toda su peripecia y su investigación sobre la misteriosa autora de las fotos. Cuando Maloof empezó a escanear los carretes se dio cuenta de que había una historia. En seguida buscó y adquirió otras cajas que otras personas habían comprado y actualmente acumula más de 100.000 negativos, cintas de vídeo y casetes, que representan un 90% de la obra de la artista. Un documento de una caja reveló un nombre: Vivian Maier.
El documental se nutre principalmente de los testimonios de las familias para las cuales Maier trabajó, probablemente las personas que más contacto tuvieron con ella. Siguen sin desvelarse los datos de sus relaciones familiares y prevalece el retrato de Maier como una persona excéntrica. Si bien al principio sus relaciones con los niños fueron estimulantes y divertidas al final del documental se hacen públicos otro tipo de detalles como que un día llevó a una de sus niñas “de visita” a un matadero en el que ella quería hacer fotos o que encerró a un niño en una habitación. Con los años una especie de trastorno obsesivo la llevó entre otras cosas a acumular pilas y pilas de periódicos con las noticias más escabrosas. Tantos periódicos que casi no podía entrar en su habitación. “Era obsesiva como tantos otros artistas y eso formaba parte de su compulsión por documentar historias” dijo John Maloof tras la proyección del documental.
La fotografía e historia de Vivian Maier denotan una sensibilidad y una mirada únicas. Teniendo en cuenta que nunca las compartió, ¿habría querido Maier que su obra fuera difundida? Ella era consciente de la calidad de su obra, pero es probable que no hubiera aceptado tanta atención puesta sobre su persona. Maier fue una artista de verdad, alguien que creó una prolífica obra sin importarle ni el éxito ni lo que pudieran opinar los demás.
Sin embargo, “Finding Vivian Maier” no está protagonizado únicamente por ella. Su descubridor John Maloof es también protagonista. Maloof no entendía de fotografía y tardó su tiempo en poder valorar con determinación la calidad de la obra encontrada. Un Flickr y las decenas de comentarios que generaron las fotos de Maier fueron el punto de inflexión. Ahora promover la obra de Maier es la misión de su vida. Además del documental, son ya dos los libros dedicados a su obra, uno de sus fotografías de calle y otro de sus magníficos autorretratos. Sus fotos se venden en la prestigiosa galería Howard Greenberg y aunque su extensa y prolífica obra dificultará que los precios se disparen, es bastante probable que vayan incrementando a medida que se le otorgue la importancia que merece y se consiga filtrar su trabajo más relevante (en estos momentos los precios por copia oscilan entre 3.000 y 5.000 dólares, pero pueden cambiar sin previo aviso).
Maloof, quien se confiesa obsesionado con Maier, se ha convertido en fotógrafo y copia su estilo sin los mismos resultados. Tras la proyección del documental respondió a las preguntas del público con una cámara colgada de su hombro. Y al acabar se dedicó a firmar y a dedicar, a una amplia multitud de asistentes, los libros que recopilan las fotos de la artista, casi como si las fotos fueran suyas. Será otro de los misterios saber qué pensaría Maier de todo esto.
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